"Los sueños, recreos de la realidad..."

martes, 4 de marzo de 2008

MALPENSAMIENTOS INCONCIENTES (por Gonzo)

Juan y Cacho se juntan en la casa de Cacho a tomarse unos vinos entre los dos como lo venían haciendo hace mucho tiempo atrás y casi todos los días.
Sus borracheras conjuntas tomaban siempre 4 o 5 características de la sumatoria de sus cualidades individuales, que en determinado momento de la velada, los dos ya habían hecho el respectivo análisis de la personificación adoptada del otro, y así sucesivamente se terminaban de sacar la ficha de forma mutua.
Esta secuencia se acomplejaba muy a menudo cuando había variaciones de más de una característica a lo largo del viaje, y de la mezcla entre ambas resultaban experimentos que hacían que, a pesar de sus bases visibles, también avanzaba lento y apuntaba al infinito.
Dada la situación, ambos entonces permanecen expectantes a las fibras nuevas, pero ya tranquilos con el enredo investigativo resuelto, estableciéndose así más firmemente en la confrontación de personalidades, y por supuesto, procurando el encuentro un espacio disfrutable.
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Una de las desventajas en este ejemplo particular, consistía en una inevitable e irremediable pequeña desconfianza entre los individuos, producto final en el porcentaje resultante del proceso de choque. Ante la novedosa sumatoria de particularidades, se suponía que era solo desconfianza de la sana, de la que nunca falta. De la que necesitan dos buenos amigos para seguir siéndolo. Ese lugar de la persona que uno no termina de mostrar ni tampoco de descubrir. Esa utopía que se elige creer, porque a pesar de todo, uno nunca debe dejar de sumar o renovarse, y que incluso suele rectificarse con razón e ideología. Dada esta variante y sujetos a estas particularidades, la situación se desarrolló en un diálogo perfecto entre dos proyecciones de las locuras, (esta vez bastante retorcidas por cierto), quienes, independizadas de su ente proyector, cumplían variadas funcionalidades de relación, como puede ser de afecto, diversión y hasta agresividad, de a veces.

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En determinado momento del encuentro Cacho toma la iniciativa de salir a dar una vuelta y luego sigue reiterándose insistente. Juan colgado en su locura, sin saberlo concientemente, retarda la salida, distrayéndose con algo, buscando alguna cosa, pero así y todo con intensiones de emprender viaje también.
Recapacitando de pronto sobre la situación, se le presentan un par de disyuntivas apenas latentes y muy difusas:
¿emprender viaje ahora, ya mismo? ¿o tal vez un rato más tarde?.
Quizás sin darse cuenta ejercía un ejemplo bastante lógico de representación práctica de un deseo del inconciente, se pensaba.
Paralelamente a este entrevero resolutivo del pensamiento, se sucedía otro que abruptamente, pero con disimulo, intentaba delusidar la posibilidad de culpa en si mismo, dado si ocurriese el caso en que su compañero estuviese suponiendo que en realidad se estaba comportando de cierta manera a drede, con intenciones premeditadas y dando a entender sin decir nada, que prefiere dejar pasar un rato más antes de salir. Así y todo pasa de largo el episodio, y de esta manera se siguen sucediendo otros, hasta que al fin Juan y Cacho rompen con la iniciativa firme de concluir la retirada.

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En un momento, ya afuera, Juan se descompone y deben emprender sorpresivamente el regreso.
Cacho, presta atentamente su sentida ayuda y afectuosidad al ahora averiado compañero viajante, y este, una vez relativamente repuesto, da rápidamente inicio concreto a la nueva determinación resuelta: marchar de regreso.
A todo esto, Cacho instintivamente se hace cargo de los gastos y una vez dado por terminado el encuentro, se saludan y se van cada cual por su lado.

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Juan en el viaje, muy pasado de vuelta, viene pensando y pensando. Pensando en que debe evitar vomitar en el colectivo, porque aunque no es claustrofóbico tranquilamente podría estar sintiéndose como tal en ese mismo momento; en que de seguir dándose manija en este sentido, llegado determinado momento iba a tener que avisarle al chofer que detenga el vehiculo, advirtiendo sobre la urgencia de su descenso. Pensamiento que si bien, aunque mentalmente le ayudaba en la tranquilidad de saber que cuenta con la existencia de otra opción: heroica salvación, por otro lado esto significaba que debía encarar el esfuerzo del diálogo moderado con el chofer, y ya en la calle, luego de una supuesta progresiva compensación, emprender el camino de regreso... una vez más, de cero y en condiciones mas deplorables que las anteriores.
Prefiriendo al fin distraerse, sin querer comienza a escuchar comentarios ajenos a los cuales no puede prestar atención pero lo intenta incansablemente. Cuando Juan pensó que ya esta batalla estaba perdida, se da cuenta que por el contrario, había estado inmerso en esa charla ajena desde un principio e interpretándola razonablemente. En la resaca de su aún insistente descompostura, esta puja de personalidades extrañas en la conversación, lo asusta más todavía y termina por abstraerse en un propio sigiloso silbido incomprensible.

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Una vez a salvo de personalidades, locuras, relaciones y colectivos, en su lugar propio de relajo individual, continúa con sus solitarias y sorpresivas hipótesis de situaciones extralimitadas al azar, que le rebotaban en la cabeza todavía:
Nuevamente partiendo de esa pequeña cuota de desconfianza o desconocimiento absoluto de las variantes, se da otra nueva situación hipotética en la cual Cacho tal vez sin ser malicioso de pensamiento, ni si quiera demasiado desconfiado, logra pensar en la posibilidad de que todo el episodio transcurrido antes de deber partir de regreso, fue premeditado, esta vez como excusa "casi" perfecta para salir, sin hacerse cargo de su cuota de gastos realizados durante la salida.
Correlativamente una vez que logró entender que esta posibilidad tomaba carácter cada vez más real y posible, rebota auto convenciéndose para pensar más tranquilo, que está siendo muy perseguido por su estado de desborde, que no puede ser.
Ahora si, casi empatada la culpa y con un paso más en su progresivo mejoramiento anímico, logra descansar.

Sin embargo Juan todavía lograba oír el aleteo de las ideas antes marginadas que seguían revoloteando resentidas en torno a su reconfortante recreo del pensamiento. Y como suele ocurrir, cualquier movimiento por pequeño que sea, a la larga satura la paciencia y se descubre la bola de nieve que embiste de repente, y a la vez que nos enteramos que existe.
Así, Juan recurrió nuevamente a su culpa para volver a Cacho y su inacabable proyección hipotética en la cual el acusado era en realidad inocente.
Pensó el por qué, y la idea seguía tornándose más tangible y menos descabellada. Cacho realmente podría desconfiar de Juan. Y esto se veía reforzado con conclusiones anteriores, que no hacían falta repasar.
Juan piensa en aclarar la situación urgente, llamarlo y decirle que luego arreglará el asunto monetario (como para reafirmar su credibilidad) y tranquilizar los malos pensamientos de Cacho a la vez.
Quizás lo que más le molestaba, era quedar como trásfuga y avaro. Pero también se podría estar pensando que en verdad el pobre Juan no tenía dinero y que desde un principio trató de evitar la salida, retrasando el acontecimiento. Ahora pensaba que debería haber prestado más atención a pesar de su descompostura, y esforzarse en cumplir su parte de los gastos, al menos. Cosa que para su nueva reafirmación de lealtad personal, él poseía dinero para eso y más también.
Entonces había que llamar, no podía quedar así la cosa. Pero tendría que ser un llamado cuidado porque si no, correría el riesgo de ser muy evidente y prestarse más al mal pensamiento...¿Podía ser que en verdad el subconsciente volvía a dar ejemplos de participación activa en sus actos? ¿Puede ser que sin darse cuenta las acciones provenían de alguna de estas dos verdades ocultas que podían tener que ver con su costado pobre o avaro?
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Quizás la respuesta esperada estaba llegando indirectamente desde la cantidad de estímulos gigantescos que circundaban amenazantes y concretos, mucho mayores a estos pequeños supuestos retorcidos que, de no ser atendidos minuciosamente, serían fácilmente olvidables.
Un número antes de concluir todos los dígitos y llamar a Cacho, reconoce la verdad y expone la respuesta automáticamente.
No podía ser manejado por el inconciente porque ahora se sentía mal, perseguido por la culpa. Su otro yo era egoísta, y no permitiría tan semejante error en los cálculos.
Como era de esperar se produce otro movimiento progresivo, ya casi absolutamente renovador.
Llamó y habló tranquilamente. La conversación lo llevó por otros lugares distintos a analizar, pero sin relación alguna con las hipótesis rápidamente encontradas anteriormente, exageradas y absurdas: sin demasiada importancia y tan poco reales como la culpabilidad que podría sentir Juan o como la imperceptible desconfianza.
Por último, solo algunos detalles perdidos en las ecuaciones finales de una velada definitivamente entretenida.

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FIN

Texto y dibujos: Gonzo